Kenshiro ha decidido relajar sus nudillos y se ha buscado un verdadero empleo, uno en el que no destroce carne en el fragor de la batalla o haga vomitar a sus rivales torrentes de sangre estomacal.
Pero son muchos los años que se ha pasado perfeccionando el arte de manipulación de los puntos vitales y quieras o no se le nota la deformación profesional.
Poco ortodoxo, pero cumple su función. LLegará el día en el que le asciendan a supervisor de freidoras y su abuelita le mire orgullosa desde el cielo.
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